Todas las tumbas fueron profunda y laboriosamente excavadas y decoradas en un valle inhóspito, y cada una de ellas fue cerrada, tapada y oculta bajo tierra para que nadie las encontrara y saqueara, pero… ¡Ay! Nuestro amigo Ramses IX era bastante tacaño y no pagaba como debía a los artesanos y sacerdotes que trabajaban en su tumba, pasando los tíos más hambre que Carpanta, así que estos, bastante disgustados, cambiaron los planos de todas las anteriores tumbas –que poseían para evitar, no siempre con éxito, que una nueva tumba excavada no se encontrara con otra antigua-, y así amigos… los ladrones arrasaron todas y cada una de las tumbas del Valle, robando todito todo e incluso dejando momias estropeadas.
Todas excepto la de Tutankamon, que descubrió Howard Carter de casualidad en 1922. ¿Por qué los antiguos chorizos no la robaron? Pues porque eran algo vaguetes, y como era un faraón que murió joven pensaron por tanto que tendría pocos ahorrillos y pocos enseres interesantes enterrados en su tumba. Fue esfuerzo vs. beneficio… y allí se quedó y se olvidó, por suerte para nosotros.
Bien, tras ello visitamos el templo reconstruido de Hatshepshut, y por la tarde hemos comenzado de verdad nuestro bonito crucero río arriba remontando el Nilo. Increíble permanecer en cubierta mirando el viejo río, la puesta de sol y notar la brisa disfrutando de esos momentos, por fin sin calor. Una maravilla.
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