Hoy el día ha sido intenso y a la vez muy agradable. Esta mañana temprano hemos ido a ver las canteras de Asuán de donde se obtenían los grandes bloques de granito rosa usados en los templos, estatuas y obeliscos por todo Egipto y hemos podido ver un obelisco que los egipcios dejaron inacabado. Es enorme y es curioso verle allí situado sin terminar de sacar de la roca. Parece como si hubiera llegado la hora del bocata y los currantes se hubieran ido, aunque la verdad es que lo que pasó es que algún manazas lo rompió y si no es de una pieza, el obelisco ya no les servía. Interesante.
Tras ello y pasando por las dos presas de Asuán, la antigua inglesa de final del siglo XIX y la nueva terminada en 1971 hemos ido a visitar un templo con un encanto fenomenal: el templo de Philae. Se trata de un templo egipcio dedicado a la diosa del amor –madre de Horus-, y que permaneció medio sumergido durante muchos años con las crecidas del Nilo, lo que permitía a los románticos del siglo XIX navegar en barca de remos entre sus columnas y recorrer sus estancias disfrutando sus grabados tanto por encima como por debajo de sus transparentes aguas. Un templo muy especial, que fue laboriosamente trasladado durante los años sesenta desde su antigua isla a una nueva más alta. Allí, y ya totalmente seco lo hemos visitado. La isla de Philae, la isla del amor, la isla de Isis.
Y por último, ya por la tarde, hemos navegado en una faluca, que con algún susto tipo Titanic debido al choque con una malvada roca sumergida, hemos ido a visitar un pueblo nubio, junto al que nos hemos probado a meternos en las míticas aguas del Nilo, fresquita y muy limpia a esta altura por cierto. Pues bien, todo esto y la visita nocturna al interesante museo nubio de Asuán, ha sido el recorrido de hoy. Nos hemos despedido de nuestro buen guía Nasser diciéndole “ma’is salaama” y mañana con un buen madrugón… ¡volamos hacia Abú Simbel!
martes, 20 de abril de 2010
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